
Jamás pensé en ir a Copenhagen. De hecho, esta ciudad no esta en mi mente habitualmente como tantas otras que residen en la memoria desde hace años. No diré ninguna para no mediatizar los recuerdos o las ilusiones, y ademas, no me apetece saber si alguna vez hable de algunas de ellas en voz alta o no, pero las ciudades existen en mi imaginación y recorro sus calles con el poderoso sentido de la abstracción y la memoria inventada, como tantas otras realidades con las que convivo.
El caso es que un grupo con nombre de peluche animado en la historia interminable ( Vetusta Morla) me recordó que sería un día especial, ambiguo, casi irreal y que viajaría por las calles de este solitario estadio como si las horas fueran minutos y los pasos flotaran sin descanso por la desconocida ciudad. Copenhagen se adueño de mis ilusiones y de mis motivos en el recorrido por su vida y sus calles.
Desde las 11 de la noche, Antony and the Jhonsons retumbaba en mi memoria con un brillo singular que dejaba solos de piano, claros de voz, sombras y diluvio en los que desaparecer distraído para volver a pensarte, para volver a saberte, perdida, solitaria, vacía, sabiendo que el viento rozaría tu cara sin descanso hasta que la noche cubriera de nuevo de ideas el difícil ejercicio de recordar.
Apenas habían pasado unas horas de ese mágico espectáculo en el que naufragué hasta morir, morir y volver a vivir. Apenas unas horas en las que de manera ambigua y sentimentalmente informal, miré hacia un lado y note tu ausencia, pero seguí caminando… .
A veces el viento sopla tan fuerte que lleva mis frases incompletas hasta el rincón perdido de tu corazón, a veces, los días son simplemente minutos donde abandonarme inquieto esperando tus palabras.
Como habitualmente estas no llegan, sugerí a LA pasear por las casi desiertas calles alrededor de la Plaza de Carruajes, saboreando el aroma de Bonano, La Potente, escondidos tras el Berlín Cabaret, dulcificando las palabras con el aroma de las fresas y el vodka, con las muecas olvidadas que la música nos propuso.
Y así, entre manos y sonidos, la noche nos distrajo hasta llevarnos a los suburbios del corazón… .
Pero despues de horas y horas Copenhague seguía dando vueltas a mi escuálida sensación de perdida, a mi sentido de la ausencia… Muy juntos, despacio, despacio, el baile sin final…
"...Llueve en el canal, la corriente enseña el camino hacia el mar
Todos duermen ya…
Dejarse llevar suena demasiado bien
Jugar al azar
Nunca saber donde puedes terminar o empezar ..."
Los días pasaban delgados al amanecer y se cobijaban en el resquicio de mi despertar en busca de palabras, de sentidos, de respuestas a las preguntas de la noche. Y yo, con mi disfraz de mortecino singular, asombrado cada dia por mi acomodada tristeza, intuí entre sonrisas que el de mañana sería un mágico día de luz y sabor.
Al amanecer su mirada iluminó la habitación. La resaca de un olor distinto me propuso indiferencia, la distancia de sus manos se adueñó de mis tentaciones, y la soñé discretamente, como cada mañana, asolado por la ausencia, enriquecido por el adiós.
Sabía que el agua, el calor y el aroma de su pelo, inundarían el día como por arte de magia, y sucumbiría una vez mas a los prodigios perdidos de las palabras. Y entonces Bebe, se adueño de mi memoria y de sus palabras…
"...Yo soy una montaña rusa que sube que baja
que ríe, que calla, confusa, me dejo de llevá llevá
por lo que los días me quieran mostrar…"
Y así, pasaron las horas de este nuevo dia, entre risas, caricias y juegos de indudable erotismo en medio de las calles vacías de un Copenhagen casi imaginario. Despacio, lentamente, bailamos ( despacio, despacio…) hasta que un nuevo amanecer nos susurro motivos donde distraer nuestro futuro. Un mañana cargado de dudas, encuentros clandestinos, azares perdidos, y tentaciones prohibidas que ayer eran obligatoria sensación de angustia y hoy se limitan a ser olores y sabores de amor. Despacio, lento, quizás muy despacio, como me susurra al oído cada día….
La vida sigue. LA me ha llamado, quizás salgamos hoy, quizás ella también tenga su oportunidad, quizás incluso yo la tenga, aunque ahora no la vea, aunque mis ojos sólo sepan mirar en esa dirección, hoy, ahora, en este preciso instante.
Y el tiempo se volverá a parar, y la vida volverá a suceder… en Copenhagen, en Florencia, en Dubrovnik, o quien sabe, si en cualquier rincón escondido de otra vieja ciudad de mi imaginación…
Me costó, no sabes cuanto, leerlo hasta el final, no quería leerlo, pero volvía a ponerme delante del texto, tus palabras me hipnotizaban, y así una y otra vez, y hoy tengo que decirte, que es de lo mejor que he leeido tuyo, es lo que hay.
ResponderEliminarL.C.