Dreaming With A Broken Heart
by John Mayer
From the Album Continuum
Ese saxo me pillo desprevenido el día que la acompañé hasta la misma puerta de su casa. Carlos me había vuelto a llamar llorando porque el amor no se le iba, y el quería dejar de tenerlo.
En realidad yo sabía que Carlos estaba muy roto por dentro, y que el único pegamento posible era solo de una marca: “ volver a estar con ella”. Quería decirle que siguiera con su vida: era un gran poeta, tenía un don para la fotografía, la pintura era otra de sus pasiones, y muchas de las chicas con las que salíamos se quedaban con la boca abierta cuando inundaba los minutos con las historias más variopintas. Decían que parecíamos hermanos, y yo siempre les dije que si, que nos parecíamos en casi todo. Él no había noche que no ligara con alguna, y yo no había noche que no ligara una buena cogorza. En definitiva, gustos similares, aficiones similares, y los dos ligábamos cada noche.
Yo soy el típico " pagafantas". Hablar, contar, sonreír, vivir, entrar en el probador de las chicas para dar mi visto bueno, y por la noches un beso en el portal y una sonrisa, “que arriba te estarán esperando”... . No es que me queje, me siento muy querido. Es “el “ Ego” que no me deja en paz.
En fin, esa noche la dejé en la puerta de su casa cuando ese saxo distraído inundó mi cabeza de recuerdos, mientras un rumor discreto salía de sus labios: “ Te quiero” “es tan fácil engancharse a una palabra tuya, a un día cualquiera a tu lado, a ti… “. -No hables, no sigas- le dije despidiéndome una noche mas. Un beso desprevenido, pensé yo, y adiós.
Caminé por la calles de un Madrid casi desconocido para mi, tatareando Dreaming with a Broken Heart de John Mayer por sus calles diferentes, con el vació de los colores, en un conmovedor blanco y negro, con las despiertas avenidas de luces opacas, como si estuvieran esperando a estallar de nuevo, como en aquellos años tan movidos de bullicio y color.
Mientras caminaba en busca de mi coche volví a recibir otro mensaje suyo en mi móvil. Me decía que el futuro se llamaba como yo, tenía mi cara, tenía mis manos, esas que en ese momento le acariciaban y que minutos más tarde terminarían haciéndole el amor. “Vuelve por favor”. No hubiera rechazado una propuesta así jamás. Y me di media vuelta, sin prisa, queriendo saborear la llamada del amor que tanto tiempo había esperado. Y ese saxo seguía ocupando un espacio infinito en mi memoria.
El deseo empezaba ahora a convertir mis pasos en latidos profundos de un corazón ansioso por encontrarla. “¡Ese maldito portal!” exclamé perdido en la inconsistencia de la noche, y ese saxo que martilleaba mi cabeza sin dejarme concentrar, haciéndome perder el sentido de la orientación hacia su casa. Y yo con mi canción, Dreaming with a Broken Heart, con el solo de guitarra que siempre hubiera soñado hacer a su lado, mientras sus ojos recibían los cristalinos colores de unas lagrimas emocionadas.
Sentí que mis pasos no trazaban la correcta dirección, y que la distancia se me hacía demasiado infinita, demasiado confusa, quizás, llevaba demasiado tiempo sin dar los pasos adecuados en la dirección correcta.
Paré. Respiré con la profundidad de las grandes ocasiones. Distraje los recuerdos, las canciones y las dudas. Me abandoné a la idea de una noche de pasión desmedida, y levanté la mirada hacia un horizonte delicado y a la vez lleno de fugacidad.
Carlos me mando su noveno mensaje. Se acababa de enamorar otra vez. La quinta de la noche. Y mientras yo, la buscaba en la oscuridad de las horas.
Entré al fin en su portal, con las prisas de un nervioso adolescente el día de su primera cita. No di la luz, las escaleras tenían un olor extraño, pensé. Entonces alguien la pulsó, unos pisos más arriba y conseguí ponerme en pie para coger el ascensor. Y otro mensaje, sería Carlos, - ¡ya lo miraré, joder!-. Marqué el 7, y se puso en marcha uno de esos ascensores de madera en el que uno sube pisos, y a la vez viaja a través del tiempo. En esos en los que uno sabe que en siete pisos puede leer completo el periódico del día minutos antes de llegar al destino.. “Leeré ese mensaje mientras tanto” –me dije- : “Mi amor ha sido maravilloso. Ojalá en el futuro, tus manos dejen de ser virtuales. Te quiero. Un beso. Hasta pronto”
El ascensor se paró en el quinto. Una pareja con un saxo se metió a presión en aquel reducido cubículo. Su aparente estado de embriaguez, no les detuvo ante mi presencia. - ¿No va “pabajo”?- balbuceó el chico con aspecto de perriflautico. – Sí, -le respondí- , lo que pasa es que toma impulso.-
Y aquel saxo en manos de la embriaguez me alejó de su casa y a la postre también de su vida.
La noche, mis pasos, canturreando “ Cuando sueñas con un corazón roto” … John Mayer… y su recuerdo.
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