Tetro (2009)
Directed by Francis Ford Coppola. With Vincent Gallo, Maribel Verdú, Alden Ehrenreich."El chico de la moto reina", rezaba en las paredes la mejor de las frases de aquella película de Coppola La ley de la calle… En esta ocasión "no dejes que se rompa la soga que me ata a tu alma" es el inicio de una historia rota, de amor y dolor, que se dibuja por las calles de un Buenos Aires en blanco y negro, el mismo color dividido que en aquella película, el mismo desarraigo, la misma profundidad, un nombre singular: Tetro.
Un atormentado escritor que huye de si mismo se encuentra de repente ante una realidad que no esperaba, la propia. Ocultos entre las profundas miradas y las sombras asustadas, se enfrentan estos personajes a un mundo de inexplicable moral.
Pensaba cuantas veces me he encontrado yo con ella, con esa misma, con sus ojos clavados en mi, en mi delicada conciencia, distraída, revuelta en si, atormentándome. Y cuantas veces he visto después, como alguno de mis hijos asomaba su cabeza por encima de mi teclado, y se redimían pensando aquello de “… que importante es mi padre. No le molestes esta noche, está escribiendo… ”. Y cuantas veces me gustaría haberles dicho, haberme sentado ante ellos, ante mi, para hablarles de lo inacabado e infeliz que me siento ante tantas palabras sin destinatario, ante tantos vacíos, ante tanto fracaso vivido….
Hasta hace bien poco, esto no era así. Conseguía sentirme capaz. Ella me susurraba al oído pensamientos no escritos. La presencia de aquellos labios leyendo mis palabras me hacia sentir importante. Ella no lo sabe, pero su cara se reflejaba en el cristal de mi ventana, y yo la soñaba, noche y día, cada instante. Me he dado cuenta con los años, que ella no sabe nada de cuanto la quise, ni se imagina las largas noches de alcohol y otras hierbas subido al balcón de la felicidad, hablándole al mundo de ella, de su pausa, de su risa, de sus noches vacías soñándome, de su clara presencia queriendo perder para que yo ganara. Y miraba de reojo a nuestros hijos, cuatro, y su delicado aroma, y su apuesta por mis sueños, por mi felicidad, mientras su vida se aparcaba sin que mis manos la empujaran a vivirla. Sí, mis manos, las que escriben, las que no la dejaron volar.
“Ahora es tarde para soñar…”, decía Tetro, “…ahora ya no soy, y nadie va a saber si quiero ser”. Y me vuelvo en esas noches calientes a el barrio de La Boca, en esos pasos difíciles, desacostumbrados por la vida, con las calles escuálidas, y el futuro mintiendo, vagando desnudo de ti, y me acostumbro a olvidarte.
Quizás yo tampoco soy. Quizás ya ni siquiera este. Sin embargo mis palabras en esas noches sedientas de ti, me vienen a la memoria, que distraída juega con los colores, y los reduce a los blancos muy blancos y negros muy negros, como hace el maestro en su película.
No importa ya la pérdida, ni siquiera los pasos escondidos que me quedan todavía por dar en esas calles sin nombre, donde los sonidos se vuelven sombras y las pisadas son palabras desechas por un periodo que se estanca y se diluye ahora en mi memoria.
No importa si dije o escribí, si hable o me leíste algún día, o si a escondidas lo sigues haciendo sin mas sentido que tu boca cerrada a la esperanza. No importa si rompiste la soga que me unía a tu alma, pues la calle esta vacía, y otras palabras están empezando a borrar el nombre que en aquellas noches vencidas, distraída, pronunciabas.
Y me dice “quiero compartir contigo mi alegría” y me detengo con una sonrisa, y mi vida se dispara por un instante y... ya. El tango sigue, el amor se va, el dolor se queda, para que ya nada sea igual.
Soplo la cara de mis sueños, beso la estampa de mi vida, y me inclinó una vez mas, ante su dulce recuerdo.
Buenas noches mis hijos, delicados y audaces, coraje de vivir, reflejos de mi vida.
Soy Carlos, creo que esta es mi historia, aunque en realidad nunca supe quien fui, ni siquiera si al menos, tuve alguna vez, una historia. Viví en La Boca, conocí al Tetro, y ahora me duermo sin mas sueños que mis manos sigan teniendo palabras.
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