sábado, 25 de julio de 2009

Saxo en la noche.



Dreaming With A Broken Heart
by
John Mayer
From the Album Continuum







Ese saxo me pillo desprevenido el día que la acompañé hasta la misma puerta de su casa. Carlos me había vuelto a llamar llorando porque el amor no se le iba, y el quería dejar de tenerlo.

En realidad yo sabía que Carlos estaba muy roto por dentro, y que el único pegamento posible era solo de una marca: “ volver a estar con ella”. Quería decirle que siguiera con su vida: era un gran poeta, tenía un don para la fotografía, la pintura era otra de sus pasiones, y muchas de las chicas con las que salíamos se quedaban con la boca abierta cuando inundaba los minutos con las historias más variopintas. Decían que parecíamos hermanos, y yo siempre les dije que si, que nos parecíamos en casi todo. Él no había noche que no ligara con alguna, y yo no había noche que no ligara una buena cogorza. En definitiva, gustos similares, aficiones similares, y los dos ligábamos cada noche.

Yo soy el típico " pagafantas". Hablar, contar, sonreír, vivir, entrar en el probador de las chicas para dar mi visto bueno, y por la noches un beso en el portal y una sonrisa,que arriba te estarán esperando”... . No es que me queje, me siento muy querido. Es el Ego” que no me deja en paz.

En fin, esa noche la dejé en la puerta de su casa cuando ese saxo distraído inundó mi cabeza de recuerdos, mientras un rumor discreto salía de sus labios: “ Te quiero” “es tan fácil engancharse a una palabra tuya, a un día cualquiera a tu lado, a ti… “. -No hables, no sigas- le dije despidiéndome una noche mas. Un beso desprevenido, pensé yo, y adiós.

Caminé por la calles de un Madrid casi desconocido para mi, tatareando Dreaming with a Broken Heart de John Mayer por sus calles diferentes, con el vació de los colores, en un conmovedor blanco y negro, con las despiertas avenidas de luces opacas, como si estuvieran esperando a estallar de nuevo, como en aquellos años tan movidos de bullicio y color.

Mientras caminaba en busca de mi coche volví a recibir otro mensaje suyo en mi móvil. Me decía que el futuro se llamaba como yo, tenía mi cara, tenía mis manos, esas que en ese momento le acariciaban y que minutos más tarde terminarían haciéndole el amor. “Vuelve por favor”. No hubiera rechazado una propuesta así jamás. Y me di media vuelta, sin prisa, queriendo saborear la llamada del amor que tanto tiempo había esperado. Y ese saxo seguía ocupando un espacio infinito en mi memoria.

El deseo empezaba ahora a convertir mis pasos en latidos profundos de un corazón ansioso por encontrarla. ¡Ese maldito portal! exclamé perdido en la inconsistencia de la noche, y ese saxo que martilleaba mi cabeza sin dejarme concentrar, haciéndome perder el sentido de la orientación hacia su casa. Y yo con mi canción, Dreaming with a Broken Heart, con el solo de guitarra que siempre hubiera soñado hacer a su lado, mientras sus ojos recibían los cristalinos colores de unas lagrimas emocionadas.

Sentí que mis pasos no trazaban la correcta dirección, y que la distancia se me hacía demasiado infinita, demasiado confusa, quizás, llevaba demasiado tiempo sin dar los pasos adecuados en la dirección correcta.

Paré. Respiré con la profundidad de las grandes ocasiones. Distraje los recuerdos, las canciones y las dudas. Me abandoné a la idea de una noche de pasión desmedida, y levanté la mirada hacia un horizonte delicado y a la vez lleno de fugacidad.

Carlos me mando su noveno mensaje. Se acababa de enamorar otra vez. La quinta de la noche. Y mientras yo, la buscaba en la oscuridad de las horas.

Entré al fin en su portal, con las prisas de un nervioso adolescente el día de su primera cita. No di la luz, las escaleras tenían un olor extraño, pensé. Entonces alguien la pulsó, unos pisos más arriba y conseguí ponerme en pie para coger el ascensor. Y otro mensaje, sería Carlos, - ¡ya lo miraré, joder!-. Marqué el 7, y se puso en marcha uno de esos ascensores de madera en el que uno sube pisos, y a la vez viaja a través del tiempo. En esos en los que uno sabe que en siete pisos puede leer completo el periódico del día minutos antes de llegar al destino.. “Leeré ese mensaje mientras tanto” –me dije- : “Mi amor ha sido maravilloso. Ojalá en el futuro, tus manos dejen de ser virtuales. Te quiero. Un beso. Hasta pronto”

El ascensor se paró en el quinto. Una pareja con un saxo se metió a presión en aquel reducido cubículo. Su aparente estado de embriaguez, no les detuvo ante mi presencia. - ¿No va “pabajo”?- balbuceó el chico con aspecto de perriflautico. – Sí, -le respondí- , lo que pasa es que toma impulso.-

Y aquel saxo en manos de la embriaguez me alejó de su casa y a la postre también de su vida.

La noche, mis pasos, canturreando “ Cuando sueñas con un corazón roto” … John Mayer… y su recuerdo.

viernes, 17 de julio de 2009

Copenhagen





Un dia en el Mundo
2008
Vetusta Morla










Jamás pensé en ir a Copenhagen. De hecho, esta ciudad no esta en mi mente habitualmente como tantas otras que residen en la memoria desde hace años. No diré ninguna para no mediatizar los recuerdos o las ilusiones, y ademas, no me apetece saber si alguna vez hable de algunas de ellas en voz alta o no, pero las ciudades existen en mi imaginación y recorro sus calles con el poderoso sentido de la abstracción y la memoria inventada, como tantas otras realidades con las que convivo.


El caso es que un grupo con nombre de peluche animado en la historia interminable ( Vetusta Morla) me recordó que sería un día especial, ambiguo, casi irreal y que viajaría por las calles de este solitario estadio como si las horas fueran minutos y los pasos flotaran sin descanso por la desconocida ciudad. Copenhagen se adueño de mis ilusiones y de mis motivos en el recorrido por su vida y sus calles.

Desde las 11 de la noche, Antony and the Jhonsons retumbaba en mi memoria con un brillo singular que dejaba solos de piano, claros de voz, sombras y diluvio en los que desaparecer distraído para volver a pensarte, para volver a saberte, perdida, solitaria, vacía, sabiendo que el viento rozaría tu cara sin descanso hasta que la noche cubriera de nuevo de ideas el difícil ejercicio de recordar.

Apenas habían pasado unas horas de ese mágico espectáculo en el que naufragué hasta morir, morir y volver a vivir. Apenas unas horas en las que de manera ambigua y sentimentalmente informal, miré hacia un lado y note tu ausencia, pero seguí caminando… .

A veces el viento sopla tan fuerte que lleva mis frases incompletas hasta el rincón perdido de tu corazón, a veces, los días son simplemente minutos donde abandonarme inquieto esperando tus palabras.

Como habitualmente estas no llegan, sugerí a LA pasear por las casi desiertas calles alrededor de la Plaza de Carruajes, saboreando el aroma de Bonano, La Potente, escondidos tras el Berlín Cabaret, dulcificando las palabras con el aroma de las fresas y el vodka, con las muecas olvidadas que la música nos propuso.

Y así, entre manos y sonidos, la noche nos distrajo hasta llevarnos a los suburbios del corazón… .

Pero despues de horas y horas Copenhague seguía dando vueltas a mi escuálida sensación de perdida, a mi sentido de la ausencia… Muy juntos, despacio, despacio, el baile sin final



"...Llueve en el canal, la corriente enseña el camino hacia el mar
Todos duermen ya…
Dejarse llevar suena demasiado bien
Jugar al azar
Nunca saber donde puedes terminar o empezar ..."



Los días pasaban delgados al amanecer y se cobijaban en el resquicio de mi despertar en busca de palabras, de sentidos, de respuestas a las preguntas de la noche. Y yo, con mi disfraz de mortecino singular, asombrado cada dia por mi acomodada tristeza, intuí entre sonrisas que el de mañana sería un mágico día de luz y sabor.

Al amanecer su mirada iluminó la habitación. La resaca de un olor distinto me propuso indiferencia, la distancia de sus manos se adueñó de mis tentaciones, y la soñé discretamente, como cada mañana, asolado por la ausencia, enriquecido por el adiós.

Sabía que el agua, el calor y el aroma de su pelo, inundarían el día como por arte de magia, y sucumbiría una vez mas a los prodigios perdidos de las palabras. Y entonces Bebe, se adueño de mi memoria y de sus palabras…


"...Yo soy una montaña rusa que sube que baja
que ríe, que calla, confusa, me dejo de llevá llevá
por lo que los días me quieran mostrar…"


Y así, pasaron las horas de este nuevo dia, entre risas, caricias y juegos de indudable erotismo en medio de las calles vacías de un Copenhagen casi imaginario. Despacio, lentamente, bailamos ( despacio, despacio…) hasta que un nuevo amanecer nos susurro motivos donde distraer nuestro futuro. Un mañana cargado de dudas, encuentros clandestinos, azares perdidos, y tentaciones prohibidas que ayer eran obligatoria sensación de angustia y hoy se limitan a ser olores y sabores de amor. Despacio, lento, quizás muy despacio, como me susurra al oído cada día….

La vida sigue. LA me ha llamado, quizás salgamos hoy, quizás ella también tenga su oportunidad, quizás incluso yo la tenga, aunque ahora no la vea, aunque mis ojos sólo sepan mirar en esa dirección, hoy, ahora, en este preciso instante.

Y el tiempo se volverá a parar, y la vida volverá a suceder… en Copenhagen, en Florencia, en Dubrovnik, o quien sabe, si en cualquier rincón escondido de otra vieja ciudad de mi imaginación…

viernes, 3 de julio de 2009

Tetro


Tetro (2009)

Directed by Francis Ford Coppola. With Vincent Gallo, Maribel Verdú, Alden Ehrenreich.

"El chico de la moto reina", rezaba en las paredes la mejor de las frases de aquella película de Coppola La ley de la calle… En esta ocasión "no dejes que se rompa la soga que me ata a tu alma" es el inicio de una historia rota, de amor y dolor, que se dibuja por las calles de un Buenos Aires en blanco y negro, el mismo color dividido que en aquella película, el mismo desarraigo, la misma profundidad, un nombre singular: Tetro.

Un atormentado escritor que huye de si mismo se encuentra de repente ante una realidad que no esperaba, la propia. Ocultos entre las profundas miradas y las sombras asustadas, se enfrentan estos personajes a un mundo de inexplicable moral.

Pensaba cuantas veces me he encontrado yo con ella, con esa misma, con sus ojos clavados en mi, en mi delicada conciencia, distraída, revuelta en si, atormentándome. Y cuantas veces he visto después, como alguno de mis hijos asomaba su cabeza por encima de mi teclado, y se redimían pensando aquello de “… que importante es mi padre. No le molestes esta noche, está escribiendo… ”. Y cuantas veces me gustaría haberles dicho, haberme sentado ante ellos, ante mi, para hablarles de lo inacabado e infeliz que me siento ante tantas palabras sin destinatario, ante tantos vacíos, ante tanto fracaso vivido….

Hasta hace bien poco, esto no era así. Conseguía sentirme capaz. Ella me susurraba al oído pensamientos no escritos. La presencia de aquellos labios leyendo mis palabras me hacia sentir importante. Ella no lo sabe, pero su cara se reflejaba en el cristal de mi ventana, y yo la soñaba, noche y día, cada instante. Me he dado cuenta con los años, que ella no sabe nada de cuanto la quise, ni se imagina las largas noches de alcohol y otras hierbas subido al balcón de la felicidad, hablándole al mundo de ella, de su pausa, de su risa, de sus noches vacías soñándome, de su clara presencia queriendo perder para que yo ganara. Y miraba de reojo a nuestros hijos, cuatro, y su delicado aroma, y su apuesta por mis sueños, por mi felicidad, mientras su vida se aparcaba sin que mis manos la empujaran a vivirla. Sí, mis manos, las que escriben, las que no la dejaron volar.

Ahora es tarde para soñar…”, decía Tetro, “…ahora ya no soy, y nadie va a saber si quiero ser”. Y me vuelvo en esas noches calientes a el barrio de La Boca, en esos pasos difíciles, desacostumbrados por la vida, con las calles escuálidas, y el futuro mintiendo, vagando desnudo de ti, y me acostumbro a olvidarte.

Quizás yo tampoco soy. Quizás ya ni siquiera este. Sin embargo mis palabras en esas noches sedientas de ti, me vienen a la memoria, que distraída juega con los colores, y los reduce a los blancos muy blancos y negros muy negros, como hace el maestro en su película.

No importa ya la pérdida, ni siquiera los pasos escondidos que me quedan todavía por dar en esas calles sin nombre, donde los sonidos se vuelven sombras y las pisadas son palabras desechas por un periodo que se estanca y se diluye ahora en mi memoria.

No importa si dije o escribí, si hable o me leíste algún día, o si a escondidas lo sigues haciendo sin mas sentido que tu boca cerrada a la esperanza. No importa si rompiste la soga que me unía a tu alma, pues la calle esta vacía, y otras palabras están empezando a borrar el nombre que en aquellas noches vencidas, distraída, pronunciabas.

Y me dice “quiero compartir contigo mi alegría” y me detengo con una sonrisa, y mi vida se dispara por un instante y... ya. El tango sigue, el amor se va, el dolor se queda, para que ya nada sea igual.

Soplo la cara de mis sueños, beso la estampa de mi vida, y me inclinó una vez mas, ante su dulce recuerdo.

Buenas noches mis hijos, delicados y audaces, coraje de vivir, reflejos de mi vida.

Soy Carlos, creo que esta es mi historia, aunque en realidad nunca supe quien fui, ni siquiera si al menos, tuve alguna vez, una historia. Viví en La Boca, conocí al Tetro, y ahora me duermo sin mas sueños que mis manos sigan teniendo palabras.