SCOTT MATTHEW ( 2009)
El eco de esa puerta fue tan fuerte, se tornó tan brutal en mi cabeza, que rompió mi pensamiento hasta hacerlo pedazos.
Bajé cada peldaño de esa casa, que ya no es la mía, con la intención de dormir, de descansar, por fin, de tantas lágrimas y tantos kilómetros. Salí a la calle distraído, sin pensar ya en por qué si, o por qué no. Empiezo a descuidarme en los cruces demasiado a menudo, a no pensar en si debo seguir por el asfalto, o por las estrechas aceras que no me dicen nada.
Y las palabras son cada día mas inmunes a mi melancolía, incluso los hechos, ya no sólo las palabras. Empiezo a retornar a la ausencia, al no querer saber, a los vacíos tan llenos de síntomas de la rutina que ya no duelen, ni despiertan angustia.
Se nos va el verano,- pienso en voz alta- , mientras tengo absoluto desprecio por la vida con mi coche al borde de los 200.
Llega el frío. Manta y tinta helada para describir aquellos días cálidos y sofocantes de los meses estivales. Escritura esquizoide para relatar las noches y las madrugadas de un periodo de la vida cargado de indefinición. Y las calles tan vacías, buscando entre la inercia una palabra que provoque consuelo, con el miedo divido entre las infinitas sombras, navegando entre las luces de artificio que contaminan este Madrid histérico y silencioso de un Agosto autista y singular.
Se despide la sonrisa de Laura, las trágicas historias de Carlos, el otoño se nos llenará de canciones que nos hablen de cada fotografía y de esos días en los que se nos derritió la pasión, y la locura se adueñó de nuestra cotidiana personalidad.
Será momento, entonces, de recuperar los sonidos y las aprendidas lecciones de los días de piscina y soledad leída en las páginas de tantos libros perdidos, frases que en el limbo sereno se adecuen a nuestra desesperada expresión, noches de cine abrazados hasta el final de la película, para llegar a un adiós miedoso y sintomático, esquivo e inventado.
Las noches vacías de penuria envilecida por las dudas, amor, caricias clandestinas, esperanzas rotas, acaudaladas palabras donde invertimos la tentación prohibida entre sábanas vacías y palabras rotas, entre piernas y susurros, entre lamentos y abandonadas estancias donde el cuchillo se hace hermano de la sangre y el refrán inacabado se torna oscura realidad, donde escupir de rabia a la cara del dolorido presente.
¿Quién es este Scott Matthew? ¿Qué subyace y sobrevive a mi sucia y desanimada cocina tan llena de alcohol? ¿De dónde sale esta y otras músicas? ¿De dónde tantas botellas vacías? ¿De dónde la depresión cuajada de Coca Cola normalizada con Ron?
Escucharé el eco del verano abandonado y melancólico, y me sumaré a la locura de aquel que hace años dejó de ser azul, para hacernos invertidamente mayores.
No dejaré de sentir el retumbar de esa puerta vacía en mi espalda, esa que cada día se hace más profunda e infranqueable. Todavía me enfado y culmino mi desesperanza con esas palabras que no quiero oír en el quicio de la escalera, de esa escalera que ya no me lleva al cielo como tantos días en el pasado.
“Distancia” ¡qué palabra!, ¡qué hecho!, ¡qué eco de locura!, ¡qué vil mensaje de despedida leído entre líneas!. No quiero que Laura me hable de distancia, no quiero que Carlos me escupa sonidos cubiertos de Vodka con la sencilla razón de la distancia. Ya sé, este pueblo a orillas de Madrid, es muy pequeño para los dos. Es muy pequeño para vernos amanecer juntos entre ajuares de cama y cojos rumores de amor.
Forzar a la vida nunca tuvo buenas consecuencias.
Se acaba el verano y Carlos se muere, Laura se va, Olga se ha cansado de mi, Lucas no deja de llamarme… este miércoles quemaremos Madrid, él y yo, sin preguntas, sin palabras, solo quemar, y de madrugada que el camión de la basura se quede con nuestros restos, o nos incinere en otra oscura noche de calor del mes Agosto. Un verano particular. El verano en que ya no estás, el que recordaré en esos días de otoño, de manta, cola-cao y abrazos al vacío.
http://www.youtube.com/watch?v=lAbF2lE9Dnc